El 21 de enero de 2011, mi vida se hizo añicos.

Mi hijo menor, Bradford, a los 14 años, se suicidó. Todo lo que sabía sobre AfterLife quedó en duda. La amnesia apareció como resultado del dolor indescriptible, la culpa y las interminables preguntas sin respuesta que vibraban en cada célula de mi cuerpo. Sobrevivir momento a momento se convirtió en una forma de vida, de la misma manera que un paciente terminal sobrevive cada día. Perdida en la desesperación, me pregunté: "¿Cómo puedo existir sin mi hijo?". Mi alma se sintió vacía mientras me sumergía en un abismo sin fin.

Con el apoyo de una familia amorosa, amigos y la fuerza Divina, reuní todo el coraje que me quedaba y me concentré en reprogramar mi sistema de creencias. Diariamente me recordaba a mí mismo que mi hijo estaba vivo, ya que el amor trasciende la tumba. Continué buscando nuevas formas de conectarme con Bradford y aprender nuevos métodos para calmar mi mente. Durante este proceso, el Instituto Monroe se convirtió en un componente clave en mi curación.

Los milagros son sucesos comunes en el Instituto Monroe. Yo soy uno de ellos.

En 2014 asistí al programa de su fundación Gateway Voyage. Bradford dio a conocer su presencia desde el primer día en el Instituto. Mediante el uso de los ejercicios Hemi-Sync®, el apoyo sincero de los participantes de mi grupo y la guía de los entrenadores, comencé a trabajar lentamente para liberar mi culpa y el miedo que consumía todo mi ser debido a la ausencia física de Bradford. Aprendí a suspender mi dolor lo suficiente como para calmar mis emociones y conectarme con Bradford desde un nivel de conciencia que está más allá de mi estado consciente. En ese proceso, me experimenté como el ser eterno que soy. La clásica afirmación de Robert Monroe: “Soy más que mi cuerpo físico. Porque soy más que materia física, puedo percibir aquello que es más grande que el mundo físico…” se convirtió en mi mantra diario.

Desde Gateway, participé en MC2 y recientemente completé las Pautas. A lo largo de cada programa, Bradford estuvo presente. He podido experimentar la presencia de mi hijo desde una mayor conciencia, viendo el evento desde una nueva perspectiva. Con cada programa al que asistí, se liberaron capas adicionales de sufrimiento, dolor, miedo, culpa y emociones intensas. Aprendí a viajar entre ambos mundos, el físico y el espiritual, expandiendo mi conciencia, entendiendo que la muerte física es un portal a nuestro verdadero hogar. Me volví más fuerte emocionalmente, eliminando cualquier necesidad de años de terapia. La ilusión de separación se desvaneció.

Como padres afligidos, nuestro viaje es pesado, a veces paralizante. Sin embargo, a medida que adquirimos nuevas herramientas y profundizamos nuestro conocimiento espiritual, podemos superar nuestro dolor reforzando el conocimiento de que nuestro hijo está vivo y bien, acompañándonos en cada paso que damos. A medida que aprendí a expandir mi conciencia y experimentar conexiones más profundas, la esperanza volvió a despertar, la vida se volvió habitable y ahora sonrío ante la belleza que me rodea, mientras saboreo la dulzura de saber que me reuniré con mi Bradford cuando mi boleto sea entregado. Me llaman y navego de regreso a casa.

Los milagros son algo común en el Instituto Monroe. Yo soy uno de ellos.

HelpingParentsHeal.org

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Ana Fernandez

Monroe Program Graduate